memoire

Aspecto físico
de Napoleón
de
1815 a 1821

memoire



Es un hecho cierto que fue un Napoleón avejentado y corpulento el que los ingleses descubrieron al llegar éste a Inglaterra.

Bellérophon

¡Dejémosles la palabra!




El capitán de navío, Maitland, quien supo atraerlo a bordo del Belerofonte:


 
« El Emperador había echado carnes y por ende perdido mucho de actividad corporal. […]
De una manera general, parecía de más edad de la que era entonces. »



 
Senhouse, oficial a bordo del mismo navío:


 
« Está mal hecho, pequeño de talla, con una cabezota. […]
 Su corpulencia es tal que su estómago se proyecta hacía adelante considerablemente. […]
Tiene malos dientes. »



 
Citemos además el testimonio de Harry Burnburry, secretario de Estado venido a significarle el lugar de su detención:


 
« Napoleón es de estructura espesa et vigorosa. Su cuello es corto y su cabeza es bastante grande.
Es particularmente cuadrada y masiva en la mandíbula; tiene una abundante papada. […]
  Está gordo y su vientre se proyecta hacia adelante. […]
Pocas cejas, el cabello pardo, la tez pálida y la carne fofa.
La nariz está bien dibujada; Muy poco labio superior, la boca es bella. Sus dientes son feos y desaseados. »



 
Rétif está del todo fundado al exclamar:

 
«¡Adiós pues Houdon, Canova, Chaudet, David, Gérard, Isabey y los demás!
Habéis bien merecido de la Gloria;
pero es la verdad la que debe triunfar hoy
 y os es necesario dejar ahora el lugar a artistas, inhábiles ciertamente, pero que tienen el mérito de haber captado a Napoleón. »



 
Los bosquejos, numerosos y auténticos, que ilustran estas declaraciones de las que sólo una pequeña parte se reproducen aquí, demuestran que Napoleón, al llegar a Santa Elena, estaba gordo y se parecía sin duda alguna a un estuche de tabaco. Su estancia en Santa Elena no mejoraríar este estado, antes todo lo contrario!

jardin      marche      marche

La adorable Betzy Balcombe, cuyo candor y frescura aportarán al Emperador un rayo de sol en el seno de esta tierra volcánica e inhóspita, precisará inclusive que «tenía los dientes ennegrecidos»..


Betzy
Napoleón con Betzy Balcombe




Para acabar, citemos el testimonio despiadado del médico inglés Henry:

Henry
Doctor Henry

 
« Napoleón era pequeño con la cabeza hundida entre los hombros.
La cara era gorda con una papada. […]
 En suma, tenía más bien el aspecto de un monje gordo español o portugués que el del héroe de los tiempos modernos. »



 
A Rétif, de quien extraemos lo esencial de estos testimonios, se le reprochó el haber favorecido los relatos ingleses. Sea!

Llamemos a la barandilla a contemporáneos que no lo eran.


El baron Stürmer, comisario austriaco en Santa Elena, escribe a finales de 1816:


 
« Bonaparte continúa gozando de una salud perfecta. Come mucho y engorda a ojos vistas. »


 
LEl doctor O’Meara, quien no es inglés sino irlandés, y que fungirá algún tiempo como médico personal de Napoleón, escribe tras su consulta del 17 octubre de 1816:

 O’Meara
El Doctor Barry O’Meara

« Me suplicó que pusiera mi mano sobre su corazón.
Traté durante algún tiempo, pero no pude descubrir ninguna pulsación en él, lo que atribuí a que Napoleón estaba muy gordo. […]
Sus muelas del juicio del maxilar superior estaban todas muy cariadas y caladas. »


 
A partir de 1817, la enfermedad comienza a hacer estragos. ¿Cuáles exactamente? Lo veremos más tarde. El 26 de septiembre de 1817, Napoleón confiesa a Bertrand:

Bertrand
El General Bertrand

 
« Mis piernas están hinchadas.
Tengo un comienzo de escorbuto en la boca;
es una disolución de la sangre que anuncia lo que va a llegar. […]
  Mi aspecto asusta a todo el mundo. »


 
Así, cuando la joven Betzy Balcombe viene a despedirse de él, en Longwood, se espanta ante su aspecto físico y es aquejada por una gran pena:

 
« Su rostro tenía del todo los colores de la cera amarilla;
sus mejillas formaban pliegues fofos en ambos lados;
sus tobillos estaban hinchados hasta el punto de hacer roscas por encima de los zapatos. »



 
El doctor O’Meara, a punto de dejar Santa Elena, establecerá un reporte médico que dará a Bertrand:

 
« […] desórdenes en las funciones hepáticas. […]
Las piernas y los pies están hinchados […].
Las encías han tomado una apariencia esponjosa, escorbútica […];
  tres dientes estaban dañados. »



 
Este aspecto físico no se desmentirá ya más hasta el estado último de la crisis, que acaecerá a mediados del ms de abril de 1821.
Durante el interrogatorio a que fueron sometidos dos de los sirvientes de Napoleón, de vuelta de Santa Elena, en 1818, Lepage y Heymann, éstos afirman:


 
«que había desde que estaba en la isla, adquirido una gordura aún más considerable que la que tenía al dejar Europa ».


 
El doctor Antommarchi, quien llega el 19 de septiembre de 1819 a Santa Elena, enviado de Roma al lado de Napoleón por su madre y el cardenal Fesch, se presenta ante su paciente el 22. Al día siguiente, escribe:


antommarchi
Doctor F. Antommarchi

 
« El cuerpo entero era de una excesiva gordura y las ventanas de la nariz estaban areoladas. »


 
El Emperador le declara:

 
« He engordado, he perdido mi energía, el resorte está flojo… »


 
En un reporte del 9 de octubre de 1820 a Hudson Lowe, Sir William Doveton escribe, después de que Napoleón ha ido a visitarle el 4 de octubre:


 
« Encontró al general muy pálido, pero su gordura le engañó acerca de su salud;
lucía tan gordo y rechoncho como un cerdo de China. »



 
La condesa Bertrand anotará el 21 de enero de 1821:

 
« El Emperador está muy pesado; pesa más que Noverraz quien mide más de seis pies. »



 
Montholon, quien jugó ciertamente un papel muy importante en la evolución de la enfermedad del ilustre prisionero, escribe sin embargo:

 
« El Emperador no tenía más que cincuenta y dos años de edad, pero podía […]
considerársele como diez o doce años más viejo. »


 
Luytens, oficial de guardia en Longwood, reporta al gobernador, el 26 de enero de 1821:


 
« Parece débil y vacilante en su marcha. Pero está tan gordo como antaño. »


 
El 6 de abril de 1821 (un mes antes del fallecimiento de Napoleón), Sir Thomas Reade, adunto de Hudson Lowe, interroga a Arnott, médico designado por éste último para remplazar a Antommarchi ante el célebre exiliado. Escribe:


Reade
Sir Thomas Reade


« Pregunté a Arnott si se veía muy enflaquecido. “No, me respondió Arnott,
  le tomo el pulso frecuentemente, tiene una muñeca tan vigorosa como la mía, tanta carne como yo en el brazo.” »


 
El 11 de abril, Hudson Lowe anota todavía la respuesta del doctor Arnott:

 
«El general tiene el pecho, los hombros y el vientre llenos y redondos.
En resumen, el doctor Arnott encuentra difícil de conciliar con la apariencia grasa que
ha constatado, los vómitos del general Bonaparte y lo poco de comida que toma, según su entorno.»


 
El 5 de mayo de 1821, tras una terrible agonía, el Emperador Napoleón 1ero rinde su último aliento. La autopsia, practicada el 6 de mayo, hacia las 14 horas por Antommarchi, asistido por los médicos ingleses, confirma la obesidad de Napoleón:


 
« Exteriormente, el cuerpo parecía muy graso.
 Una primera incisión, practicada de arriba a abajo, a lo largo de la línea media,
  ha mostrado que el esternón estaba recubierto por más de de una pulgada y media de grasa y el abdomen de una pulgada y media. […]

el corazón tenía el volúmen ordinario, pero estaba cargado de una espesa capa de grasa. »


 
Reporte firmado por los médicos ingleses.
En sus recuerdos, el médico militar W. Henry, quien asistió a la autopsia como testigo, escribirá:


 
« Después de su muerte, los restos de Bonaparte han sido un enigma y un misterio.
  Pues, a pesar de sus grandes sufrimientos y la emaciación habitual que conlleva la enfermedad que lo mató,
el cuerpo se había mantenido extremadamente gordo. […] »



 
Sin duda había, en las últimas semanas de la enfermedad, perdido un poco de su volumen. No obstante, la conclusión a la que llega Georges Rétif es poco contestable, a pesar de lo que digan aún hoy la mayor parte de los historiadores en Francia.
Hasta prueba de lo contrario, tiene razón cuando escribe:


 
« La duda ya no es posible
 y LOS TESTIGOS ESTÁN TODOS DE ACUERDO

[salvo Antommarchi y Montholon, veremos el porqué]:
Al morir, Napoleón estaba gordo y graso!






Firmar en nuestro libro de visitas.



©2000-2003 Bruno Roy-Henry "l' EmpereurPerdu.com "